Dudas disipadas. La Bien Querida en concierto

Por José Ricardo Montoya

Pues sí, dudas completamente disipadas. Hasta el día de ayer he tenido siempre dudas musicales sobre La Bien Querida. Por una parte, me producía una irresistible atracción, por otra, un cierto regusto de decepción, de monotonía. Desde ayer he visto claro que el error era mío. La atracción me la producía esa femenina timidez, esas frases claras, sencillas, directas, repetitivas. Esa letra “fácil” que en más de un momento piensas “eso lo puedo hacer yo”, idea que proviene por esa directa sencillez, por una aparentemente normalidad, de la calle, pero tan hermosamente estudiada que no, que “eso no lo puedo hacer yo”, sino Ana Fernández-Villaverde, La Bien Querida, que con tímida y sencilla clarividencia te ataca y además te apuñala con unas letras muy bien colocadas.

Ayer me ganó para siempre y eso que tuvo que lidiar con dos serios problemas técnicos. Primero, durante la primera mitad del concierto, con un volumen algo justo de su voz, hecho que impidió disfrutar de las letras cotidianas, que, como he comentado anteriormente, todos pensamos que también podemos hacer, pero que se introducen en alguna parte de nuestro cerebro y nos damos cuenta de esa, entonces, “complicada naturalidad”. Después vino el segundo problema, durante un par de temas, con la batería magnética, que ella resolvió modificando milagrosamente el set list (el cual me confesó más tarde que no existía) susurrándonos las preciosas joyas más intimistas de su último disco Premeditación, Nocturnidad y Alevosía, disco que, como sabéis, ella ha dividido inteligentemente en tres Eps, cada uno con uno de los nombres del disco.

En fin, con una banda compuesta por un muy interesante guitarrista, un batería y ella misma a las programaciones, teclados, guitarra y su tímida y emotiva voz, desgranaron casi entero su gran de último disco, y ya, desde buena parte del concierto, con su voz limpia y sus letras claras inundando nuestros oídos, volvió con los majestuosos bises, donde nos impresionó con unas tablas en el escenario bien cogidas quizá a base de críticas reiteradas a sus anteriores conciertos en vivo.

Así, nos hizo vibrar y, por qué no, reflexionar sobre la parte más sentimental de nuestras vidas a lo largo de toda la velada en una, todo hay que decirlo, Sala 12&medio que rozó el lleno (por cierto, esta sala y quien organiza y gestiona el maravilloso festival Microsonidos merecen un verdadero homenaje), con un público entregado como yo a una auténtica artistaza, que supo mover los tiempos y que con sus letras humildes, suaves, pero terriblemente punzantes, que nos gana con una hermosa facilidad nuestro corazón y nuestro cerebro. Insisto, dudas disipadas.

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