Energía en movimiento

Por José Ricardo Montoya

La idea era de lo más seductora desde que un amigo me lo sopló. Kraftwerk actuaba en Bilbao, el nuevo Bilbao, vital y moderno. Ocho noches. A noche por disco, comenzando por Autobahn, tercer disco de la banda (cuarto si incluimos Ralf und Florian), pero primero en introducir el estilo que les ha llevado a la historia de la música. Y tocaban en el Museo Guggenheim, auténtico símbolo de ese nuevo Bilbao.

Posiblemente el momento Kraftwerk ha pasado. Ha pasado en cuanto a inquietud musical, en cuanto nacimiento y maestro de ceremonias de la electrónica tal como la entendemos hoy día. Ese personal estilo, reiteración kraut mezclada con auténticas melodías pop, absolutamente deudoras de las sinfonías clásicas y del que tanto debe la electrónica actual. Quizá ya no sorprende, ya no engancha como antes, pero hay una deuda con ellos envuelta en una gran nostalgia. Y un tremendo respeto ante un septuagenario Ralf Hütter (único miembro original de la banda desde la jubilación en 2008 de su querido compañero Florian Schneider), que, junto con sus otros miembros de la banda, sigue enfundándose unos uniformes que en otras bandas podría rozar lo ridículo, pero que en su caso ofrecen una enorme perspectiva visual, convirtiéndose en marca de la casa.

Había que elegir concierto. ¿Cuál de los ocho? Autobahn, disco difícil, con una primera cara, en concepto vinilo, compuesto únicamente por el tema que da título al Lp y con una duración de 23 minutos, y una segunda compuesta por cuatro temas con una duración más convencional, pero quizás aún menos accesible. Sin embargo, ese primer tema simboliza perfectamente el estilo y las características que han llevado a Kraftwerk a la historia de la música moderna.

Pero, ¿y qué pasó? Pasó que el inicio del concierto tuvo un punto desconcertante. Después de tanto deshojar la margarita…, ¿y si mejor vamos a Radioactivity? ¿Pero y el clasicismo de Trans Europa Express? Nada, mejor Autobahn, disco que marca un antes y un después. Entonces, sin embargo, comienza el concierto con Numbers, seguida por Computer Love, luego Pocket Calculator y después Computer World, todas del disco de 1981, al que da nombre este último tema.

¿A qué concierto habíamos ido? Momentos iniciales de cierta decepción, es cierto, aunque pronto se disiparon las dudas. Llegó finalmente Autobahn, maravillosamente interpretado, ejemplo de esta sociedad de prisas y falta de paciencia, declaración de intenciones de lo que sería el concierto el resto de la noche. El primer tema del concierto-disco se acortó en unos diez minutos, al igual que la segunda parte del disco. Todos los temas resumidos, porque lo que han decidido es, sobre la base de una obra por noche, exponer un tratado sobre toda su obra.

Así iba pasando el concierto, complementando las canciones con imágenes en 3D: Viajes en autopista sobre un Volkswagen en preciosos dibujos animados, números que te explotaban en los ojos, calculadoras, trenes, modelos de pasarela de los años 50 o ciclismo Tour de France fueron exponiendo ante nuestro deleite y placer toda su obra. Radio Activity, Trans Europa Express, The Robots, The Model, Spacelab, The Man Machine, Metropolis y Tour de France. Todas sus grandes obras fueron pasando ante nuestros ojos y sobre todo ante nuestros oídos. Una gran noche que terminó con unos bises algo fallidos, ya que se dejaron más de un brillante tema en la computadora a cambio de regalarnos tres temas de su disco más flojo, Electric Café, y terminando con la mediocre Music Non Stop. Pequeño lunar a una noche completa y llena de nostalgia ante el permanente recuerdo del camino que nos abrieron.

Como robóticos caballeros fueron despidiéndose uno a uno hasta la última despedida, la del caballero robot, la del último robot, la del creador oficial de esta imperecedera central energética, del rock robótico. La despedida de don Ralf Hütter.

La noche siguiente, la del sábado, continuaba con maravillosos amigos por Bilbao. Lo pasaba en grande, pero sobre las diez de la noche me embargó la nostalgia, el amor a un grupo y a una época. El sábado era el turno de Radio Activity. ¿Debía volver? ¿Debía respetuosamente darles de nuevo mi cariño? ¿Debía aprovechar esta última oportunidad?

Mejor dejarlo así.

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