Fotos Joaquín Clares
Texto Nacho Álvarez-Castellanos
Javi Cuevas (Murcia, 1973) es creador, actuante -como él dice- y comisario en torno a las artes escénicas contemporáneas. También es en la actualidad director artístico del Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna (LEAL.LAV-Tenerife), y fue durante tres años, del 2007-2010, coordinador del Centro Párraga.
Javier Cuevas es lo que se dice una persona inquieta, enormemente curiosa, que partió de ser psicólogo de profesión, a saltar a la música con diferentes formaciones -Caro Ceice, Sopa Soup…-, y de allí lanzarse a gestionar el LEAL.LAV y dirigir sus propias obras de «artes vivas», procesos creativos en los que se mezcla el teatro, la danza, la performance, la música, la plástica…, y en los que coordinación de un espacio escénico, proceso creativo y puesta en escena están lógicamente -no puede ser para él de otra manera- unidos.
Javi habla mucho, muy bien y muy claro, nunca se ha mordido la lengua, lo suyo es activismo cultural y compromiso con unas artes escénicas que le están haciendo disfrutar creo que de una manera que ni él mismo se hubiera imaginado hace unos años.
Hablamos con él en «su» Centro Párraga, con motivo de la presentación murciana de Bailarina, la obra que está representando con Sonia Gómez, de su vida y de su arte, y lo grabamos, como siempre, para servir, por primera vez en Qué Pasa En Murcia, un podcast cariñosamente editado por él mismo.
¿Cómo fueron tus comienzos en el mundo del teatro, empezaste como muchos en la adolescencia, en el instituto?
No no, mis comienzos son ahora. Yo tengo la sensación de que estoy ahora empezando en este sarao. Hay gente que me dice: «Pero hombre, si tú llevas 20 años en la música, que te has subido a muchos escenarios, que eso son muchas tablas», pero yo, que no he pasado por la academia, mi primer paso de la música a lo escénico fue el trabajo con la Compañía Ferroviaria, con Paco Maciá y Eloisa Azorín, y su invitación a que con Caro Ceice hiciéramos la banda sonora de Himmelweg, de Juan Mayorga. Se compone la banda sonora y Paco dice: «La vais a hacer en directo en el escenario, tú vas a estar allí, apréndete un papel». Ese fue el momento en que yo me subí a un escenario para hacer algo diferente que cantar.
¿Y de eso cuánto hace?
Eso fue en el 2009, si no me equivoco. Hace poco tiempo. Lo que pasa que el trabajo en Centro Párraga fue para mí un master en artes escénicas contemporáneas, y luego llevo ya cuatro años trabajando en Tenerife. Yo cuando me fui para allá ya estaba empeñado en trabajar en teatro contemporáneo, y al año ya estaba estrenando una obra. El comisariado del Laboratorio de Artes en Vivo (Leal.Lav) me ha dado la oportunidad de seguir viendo muchas cosas, compartiendo formación y talleres con todos los artistas que pasan por allí, con lo cual yo programo cosas que a mí me interesan mucho y que a mí me interesa mucho practicar.
¿Cómo ves Murcia en la distancia? Aunque tienes un contacto permanente con esta ciudad, por familia y por amigos.
Hace un par de días, paseando por Murcia, pensé que, a pesar de ser una capital de provincia, alejada de los centros de creación, que es muy casposa, muy facha y muy nacionalcatólica, hay algo en el carácter murciano que me gusta, y que es lo que tiene que ver con el placer y con el estar bien, con la prosperidad. Esto es algo que yo veo mucha diferencia con Tenerife, que es una ciudad que, con todo lo que ha pasado en la crisis, se acomoda en un estar en la mediocridad. Murcia y la murcianía siempre quiere estar mejor de lo que está y quiere prosperar, y eso a mí me falta en las Canarias.
Culturalmente, los años de la fantasía multicolor murcianos, con la irrupción del SOS, de bienales…, acontecimientos acojonantes para Murcia, pero que supusieron un derroche absoluto, no se hizo con la suficiente sensatez y madurez para generar, en concreto en la escena contemporánea, un tejido que al paso de los años hiciera que, por ejemplo, un lugar como este, el Centro Párraga, tuviera afianzado un público que, en una ciudad de 400.000 habitantes pueda llenar todas las semanas una sala de 150 personas. Ahora se están haciendo trabajos como si partiésemos de cero cuando en realidad partimos de una situación de prosperidad. En los años de bonanza se podría haber construido una red sólida, flexible pero sólida, de vínculos, de confluencias, con elementos educativos…, con otros espacios de creación…, que ahora harían que este espacio por ejemplo, el Párraga, pudiera ser un auténtico hervidero de creación contemporánea.
¿Qué hay de Murcia que te llevarías a La Laguna y qué te traerías de La Laguna a Murcia?
Yo a La Laguna me llevaría a muchos amigos, me llevaría esa energía que tiene el murciano y la murciana que te he comentado antes, y me llevaría alguna infraestructura como esta en la que estamos ahora, que le vendría muy bien a las Canarias.
Desde el otro punto de vista, yo en La Laguna me he encontrado gente muy responsable y muy comprometida con lo que hacen, con muy pocos recursos además. La conciencia de ser un lugar ultraperiférico hace que uno pueda estar mucho más conectado con el mundo y con espacios importantes de creación. Ese aprovechamiento que hacen en las Canarias se podría llevar a cabo aquí también, porque siempre está esta cosa de que Murcia es un lugar apartado, la gran desconocida… Y uno asume eso, pero de una forma no provechosa. Entonces, ¿hay que proyectar esa periferia murciana como una discriminación positiva? Sí. Pues hagámoslo.
He leído que en LEAL.LAV hay durante este año asistencia gratuita a los jóvenes de 18 años, sin duda una apuesta clara por la educación teatral, ¿es un punto de partida para quizá rebajar esa edad y lanzar esa apuesta hacia gente aún más joven?.
Bueno, podría ser, pero es más una pata de la silla de la mediación con nuevos públicos. Esa cosa de la captación de público no me gusta porque parece que vayas a pescar.
Te lo digo también en el aspecto educacional, de abrir las artes contemporáneas a un público realmente joven, que se acerque de una forma normal. Ayer por ejemplo, en el estreno de Bailarina, había niñas de 12-13 años que me encantó verlas en un espectáculo de teatro contemporáneo, la verdad.
Este público infantil y juvenil, a no ser que vengan con sus padres, motu proprio no pagan, entonces hay que hacer un movimiento inverso, de integrarte en la vida y en las dinámicas de la gente joven. Esto de regalar la entrada a chicos y chicas que durante el año en curso tienen 18 años, para empezar, es una copia absoluta de lo que hace la Filmoteca de Tarrassa, que, cuando los jóvenes del municipio cumplen los 18, les llega una carta a casa que les dice «Felicidades por tu mayoría de edad, durante este año tienes una entrada a todas las películas de la Filmoteca». Y yo pensé, es un movimiento muy interesante, pero no sólo por la gratuidad, sino porque una institución haga esto. Y dije «Yo quiero hacer esto».
En segmento de edad, el trabajo realmente interesante a hacer con los niños de Primaria y Secundaria es integrar los procesos de creación de los artistas contemporáneos dentro de los procesos de formación, que es por ejemplo lo que está pasando con Quim Bigas. Quim Bigas tiene un proyecto, que en Cataluña se llama Festucs, que significa pistachos, y en Canarias Carne Fiesta, en el que trabaja, en el contexto de un instituto, con un grupo de alumnas y alumnos para generar una pieza pensada in situ a partir de las necesidades de los chavales de 16 y 17 años de ese centro. El Centro de Arte 2 de Mayo, en Móstoles, el CA2M, tiene un proyecto muy bonito en el que invita a un artista de la danza, de la performance, de la plástica…, a que durante tres meses esté currando en el instituto o en el colegio, en colaboración con claustro de profesores, con el alumnado, con toda la estructura, para generar desde dentro una pieza. Aquí lo interesante es el proceso.
Volviendo a Carne Fiesta, estos chavales del Instituto La Laboral de La Laguna, de Bachillerato de Artes Escénicas que trabajan con Quim Bigas, ¡son público ya, ya los tienes! Alguien como Quim se les acerca y les dice: «A ti qué te apetece hacer encima de un escenario». Y ellos dicen: «Hostia, a mí nadie nunca me ha preguntado esto, a mí me han dicho, tienes que estudiarte este papel». Quim usa toda la energía disruptiva de la adolescencia para generar una pieza hiperenérgica Y eso está muy bien.
Te encuentras con un político de puesto relevante y te pide que le indiques cómo gestionar el espacio cultural de tu ciudad. ¿Qué le dirías?
Yo le diría, uno, que sean cuáles sean los recursos que se inviertan en ese espacio, que sean mantenidos a medio y largo plazo, porque el problema de los proyectos culturales en este país es que son efímeros, prácticamente no hay un sólo proyecto que dure más de cuatro años. Desde la política no hay, como sí pasa en cualquier otro país del ámbito europeo, una premisa clara de que, independientemente del cambio político que pueda haber, hay proyectos que deben continuar, seguir en marcha. No puede suceder que, por poner el ejemplo del Centro Párraga, de la noche a la mañana pase de tener 1 millón de euros de presupuesto a que a los cuatro años vuelva a no tener nada. Es decir, te cargas el proyecto, te cargas el tejido, el trabajo de los artistas, de los técnicos, de los programadores, de la prensa…, y sobre todo te cargas un espacio donde uno se acerca a ensanchar su conocimiento y su percepción sobre el mundo, tener un conocimiento más amplio de la realidad. Entonces, lo primero que yo le diría a un político es: «¿Qué tienes, X dinero de presupuesto? Vale, pero manténme esto en el tiempo, y el contenido ya lo diseñará alguien que sepa hacer esto. Porque esto es lo segundo que le diría: «Político, dedícate a hacer política, no te dediques a programar contenidos culturales».
¿Los hacen?
Mira, la cultura es esa hermana tonta para el político a la que sólo se acerca cuando llega el momento electoral, porque en el fondo sabe el político que el discurso de la cultura legitima muchas otras cosas. Ha habido en los últimos años una injerencia política en los proyectos culturales que los mandan en muchos casos a tomar por saco, porque ha pasado que el técnico, el comisario, la directora artística de un centro, termina haciendo política porque tiene que defender un proyecto, y el político termina haciendo el contenido. Un ejemplo es el TEA- Tenerife Espacio de las Artes, que es el museo de arte contemporáneo de Santa Cruz de Tenerife que, durante los últimos cuatro años, no ha tenido una dirección artística…, ¡un museo sin ninguna dirección artística!, y en última instancia quien ha tomado decisiones muy importantes sobre el contenido expositivo fue el anterior Director de Cultura del Cabildo de Tenerife. O lo que pasa ahora con el ayuntamiento de Santa Cruz, en el que hay un concejal del Partido Popular, que es profesor de Historia en un colegio de monjas, que está programando contenidos de un teatro.
Hace tres semanas acogimos en el Leal Lav unas jornadas sobre artes escénicas, en el que les decíamos a la Directora de Cultura del gobierno de Canarias y al nuevo Director de Cultura del Cabildo: «Señores, que no haya un centro cultural público sin una dirección artística profesional, porque si no nos cargamos los oficios de la cultura también».
¿Qué tipo de mundo te interesa, o qué tipo de escena te interesa?
Me interesa cada vez más una escena que se nutra de cosas que no sólo está en la escena. Me interesa la danza, el teatro, la performance o las artes escénicas contemporáneas que se confrontan con el pensamiento, con la filosofía, con la política, con las artes plásticas, con la música…, porque eso me pone en un lugar que me acerca más a lo que no conozco que a lo que conozco, y creo que las artes vivas están para acercarnos a lo desconocido. Si quieres acercarte a lo que ya conoces, pon la tele, que lo único que hace es representar tu vida, pero si te quieres acercar, no a la representación, sino a la presentación de otra realidad posible, acércate a las artes en vivo contemporáneas, que en lo que están ahora es en cuestionarse qué hago con mi cuerpo, qué sucede con mi palabra, con mi voz…
Porque tus proyectos son pequeños, ¿te interesan ese tipo de proyectos, afrontarías con la misma ilusión un proyecto más grande?
Bueno, me interesan porque uno hace las cosas con lo que tiene también. Ahora tenemos, en comparación con otras épocas, presupuestos irrisorios, con los que hacemos producciones pequeñas. Si yo tuviera mucho dinero para hacer una producción…, tampoco sé si trabajaría en un formato más grande. Dentro de dos semanas comenzamos un proyecto en residencia en Santa Cruz de Tenerife que se llama The Lieder, que lo quiero estrenar en 2017 y en el que voy a empezar a trabajar con unas 10 ó 15 personas. Si el trabajo pide que haya en el escenario esas personas, ya nos buscaremos la vida para que estén, si el trabajo pide, como con Angélica Liddell, que haya una tonelada de antracita y un coche de desguace, lo estarán. El tamaño de la producción tiene que ver con la necesidad del propio proyecto.
¿Eso tiene que ver con tu interés por la performance, me estás hablando de intuición, de improvisación?
No, te estoy hablando de algo, que nos pasa a muchos que empezamos, que esta cosa de empezar a trabajar desde lo externo, o desde lo decorativo, desde los materiales, para configurar una pieza. Yo creo que tiene que ver con que este tipo de trabajo tiene unos tiempos particulares, a un nivel de madurez uno empieza a pensar en que hay que respetar efectivamente la intuición, estar abierto a lo que no sabes que puede pasar… Poner la atención en qué sucede cuando varias personas nos reunimos en un espacio para compartir algo que luego va a tener una forma escénica, artística. Si anteriores pieza que yo he presentado parten de un lugar de escritura, de pensamiento, este proceso, que se aproxima más a lo que a mí me interesa, va más por trabajar con los cuerpos, y con una visión de hacia dónde quiero ir pero sin saber dónde voy a llegar, a mí eso me pone más cachondo, y quiero darme el tiempo para que eso suceda, sin presiones de querer estrenar en 3 meses, porque eso es fácil, eso es Ikea y redecorar tu vida.
¿Dónde termina tu labor de gestor en LEAL.LAV y dónde empieza como creador?
En mi caso, aunque son dos tiempos distintos en los que ocupo la gestión y la creación, no puedo evitar unir las dos disciplinas, mi naturaleza es así. Yo hace dos años, en unos encuentros sobre Cuerpo y Performatividad que organiza Masu Fajardo en Tenerife, presenté una comunicación que se llamaba Programar es follar, en el sentido de que hacer un comisariado artístico es hacer un ejercicio de intimidad, de cuidado, de atención, de amor…, igual que el proceso de creación. Yo entiendo que el comisariado y la dirección artística es una práctica artística. Es mi forma de trabajar en mi proyecto. Mi forma de concebir mi proyecto cultural tiene que ver con hacer una red de afectos.
Porque además tu formación académica es la psicología…
Claro. Esto tiene que ver también con que estamos trabajando con lo que sabemos y con lo que no sabemos, entonces vamos a generar buenas preguntas. Sí, esto es lo que hacía yo hace años en psicoterapia, esto me suena. Evidentemente el sentido de este trabajo no es el psicoterapéutico, pero las herramientas que pones en funcionamiento muchas veces se parecen, porque al final para mí el trabajo de la creación artística, en el que yo estoy absolutamente comprometido en mi vida, se parece mucho a ese trabajo de atención máxima y de acompañamiento en un proceso terapéutico, que además me llevo a la dirección artística.
A raíz de una instalación en el barrio de Vistabella, ha habido un conflicto con una de las instalaciones de MIguel Fructuoso, y me hablaba de censura y autocensura, ¿es uno de los principales problemas a los que se tiene que enfrentar un artista?
Yo no me he tenido que enfrentar nunca a ese problema, pero creo que es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la sociedad en general. Este engranaje perfecto del capitalismo ha hecho que, por ejemplo, ya no necesitemos luchar contra los patronos que nos explotan porque nosotros somos los mismos que nos explotamos. Es decir, un triste autónomo como yo, que paga un dineral al mes por serlo, que trabaja en cualquier momento y lugar, que la tecnología te lo pone fácil no para que disfrutes, sino para que trabajes…, es decir, nos convertimos en nuestros propios explotadores. La sociedad se está convirtiendo en su propia policía. Hoy en día no se podría poner en Televisión Española ni El Planeta Imaginario ni La Bruja Avería, programas que se ponían en los 80 para niños, cuando ahora permitimos que salgan personajes como Kiko Matamoros, que dicen sandeces enormes.
Si para algo está el artista en esta sociedad, y siempre ha estado, es para plantear conflictos, para plantear colisiones entre distintas formas de pensamiento, porque si la colisión no se hace visible no existe, y si no existe, no hay debate y por lo tanto no hay confrontación de ideas y no hay crecimiento de una sociedad. Una sociedad sana es una sociedad que puede decir A y puede decir B y que puede encontrar los mecanismos para resolverlos. La práctica artística tiene que ver con ensanchar el marco comprensión y de conocimiento de la realidad humana.
Miguel Fructuoso hace una instalación en la entrada del barrio de Vistabella -viva tu barrio y viva el mío (risas)-, que evidentemente rememora en parte ese cartel que había a la entrada de Auschwitz y que decía «El trabajo os hará libres», cambiando las letras. Yo me alegro muchísimo de que ese trabajo haya generado controversia en el barrio. Pero, ¿el trabajo artístico debe ser controvertido en sí, ha de provocar siempre al otro? Pues no, querido. Bailarina, del que ahora hablaremos, plantea una serie de cosas, que no provocan, pero que también te ponen en cuestión muchas cosas que tienen que ver con lo que debe ser un espectáculo.
Ojalá Miguel y cualquier artista pueda seguir haciendo su trabajo, porque una sociedad madura es una sociedad que sabe asumir sus límites de frustración y que puede enfrentarse de una forma sana a una obra artística.
Hablemos de Bailarina, y de tu trabajo con Sonia Gómez. ¿Cómo te enfrentas a este proyecto?
Lo de Sonia Gómez es un regalo de la vida porque es una mujer que tiene un reconocimiento, una trayectoria de 20 años, que empezó con General Electrica, y que tiene integrada una manera de hacer que yo no tenía. Entonces, una invitación así, como yo entiendo que se aprende en el contacto con el otro, imagínate.
Sonia compone esa pieza desde un punto de vista que tiene que ver con lo que hace el artista y también con el espacio y con el público, tiene como unas reglas, unas pautas de movimiento, aparentemente muy sencillas, que de repente percibe que puede trasladar a otros artistas, invitándolos, como si fuera una pieza de repertorio del teatro de la ópera o de la danza. Entonces, cuando me invita, yo pensaba que se había equivocado, a lo que me respondió que ella tenía una especie de intuición, que mi forma de estar en el escenario, la música… También es verdad que yo quería recuperar la voz, cantar, que tú sabes que es donde yo estoy en todo lo mío. Fíjate, desde hace tiempo, uno de mis proyectos era componer una banda sonora para una obra que no existe, y que la banda sonora hiciera aparecer la historia. Y de repente, cuando llegó el proyecto de Sonia, dije, «esta es la oportunidad».
Lo interesante de este trabajo, a nivel performativo, me acerca a una forma de estar en el escenario muy diferente, que tiene que ver con todo lo que hemos estado hablando hasta ahora, de la atención, de lo mínimo, de estar muy comprometido con lo que estás haciendo, aunque en apariencia eso que estás haciendo sea absurdo. Cuando ella dice: «Te mueves de manera interesante». ¿Cómo se mueve uno de manera interesante? Los animales siempre se mueven de manera interesante. Hay un vídeo muy bonito de un ciervo que se cuela en una iglesia de Quebec que dices, «yo quiero ser eso, quiero tener esa tranquilidad, esa contundencia», y además poder ponerle el punto de emoción de saber estar en el escenario sin pretender nada, simplemente disfrutando de lo que estoy haciendo y estando comprometido. Ese es el regalo de trabajar con Sonia. Más allá que me permite reconectar con la música. Desde que me fui de Murcia y dejé Caro Ceice no había conectado con ella, y este proyecto, Bailarina, me permite conectar de una manera distinta.
¿La banda sonora es tuya?
Es mía completamente.
Pues enhorabuena, es muy buena.
A mí me interesa mucho el hecho de que me tengo que acercar a la música de otra manera, es el cuerpo el que me pide el estilo. Yo, ante esta premisa, no he puesto ningún prejuicio, si la obra dice que hay que andar como un pingüino, yo tengo que hacer el ritmo que marca ese andar (En este momento Javi reproduce en forma de ritmo el andar de un pinguïno). ¡Es el movimiento el que me marca la canción! Todas las canciones, menos las baterías que están grabadas en estudio, y la parte de producción de mi «hermano» Jonás Superestéreo, está grabado con el Garage Band, en casa, y ya está. La idea es trabaja con lo que tienes, de una forma desprejuiciada e intuitiva.
¿Proyectos de futuro?
Lo próximo es lo que ya te he comentado anteriormente, The Lieder, que va a ser además con Sara Serrano, y eso está muy bien, porque es un trabajo de dos murcianos exiliados y porque tenemos previstas residencias en Tenerife, en Murcia, en Noruega, hemos pedido en Las Naves de Valencia, en Graner de Barcelona el año que viene, y una posibilidad de estreno en un festival catalán. Es un proyecto a medio y largo plazo, sin prisa.
La obra gira en torno al himno, como canción que nos representa en algo juntos, muy básica. El himno sólo te coloca el cuerpo de una forma, que es tieso como una vela, cuando el himno debería ser una cosa que te llevara a moverte, a bailar. Nosotros vamos a investigar en torno a si tuviéramos que hacer un himno ahora, ¿de qué hablaría, qué volumen, qué melodía? Entonces queremos disparatar mucho eso. Imagínate un himno susurrado, o tumbados en el suelo… Luego ya veremos si aburguesamos de nuevo el himno, porque contamos con una pianista soprano que puede cantar ese himno nuevo, producido por nosotros, como si fuera un lieder del romanticismo, que nos lleve, a la manera de los aristócratas, a reunirnos en una casa con el té y el opio para sentirnos mucho mejor.