Por Jesús Robles
Había olvidado que estaba previsto el anuncio de la confirmación de un artista de pedigrí para el SOS 2015 cuando empecé a ver el retrato de Morrisey por todas partes. Me quedé sin palabras y repasé el calendario de costumbres de varias civilizaciones para comprobar si en alguno de ellos coincidía una celebración como nuestro Día de los Inocentes. Al no encontrar nada me dio por pensar que iba a ser una nueva ocasión en la que el artista le iba a dar un empujón a su ego y a su fama de ser disoluto y que estaría preparando uno de sus famosos pases de escapismo para volver a provocar lamento, rabia y más admiración.
Al día siguiente, dentro de las actividades paralelas del festival de cine IBAFF, había programado un concierto de los maravillosos Ross en La Yesería, un bar preferido. Era jueves y no se me ocurría mejor manera de empezar el fin de semana que acudiendo a la cita. Llamé al responsable de este blog para quedar y comentamos la jugada del SOS.
– ¿Por qué no escribes algo sobre eso para Qué pasa en Murcia?
– Vaya, le dije, yo te propongo un buen plan y tú me endiñas un trabajo como quien no quiere la cosa.
Y al colgar empecé a pensar qué podía decir del mancuniano que no se hubiera dicho ya un montón de veces, lo que me dejó, otra vez, sin palabras.
Esperando la hora de salir visité el blog y curioseé la última entrada en la que ya se dejaba sentir el efecto Morrisey. Era como una editorial y quien escribía admitía su admiración por los Smiths. Tras esto apareció lo de la camiseta con la foto de la portada de Meat is Murder que acabó de trapo de cocina. Toda una confesión del autor. Toda una revelación para mí.
Y me acordé de mi camiseta, la de la foto de Gilles Decroix en la portada de Hatful of Hollow. Recordé las veces en que la lucí con orgullo, en el Telegrama, en los conciertos de la Metal, en el FIB. Era un guiño a la gente de mi tribu, devotos de los de Manchester y mi carta de presentación para los cientos de rostros de desconocidos con los que me cruzaba en la noche.
Hasta que un día la dejé en el cajón de la ropa olvidada. Ese cajón en el que todo temblaba al abrirse porque era el momento en que era aligerado. Un destino para el que no había indulto posible.
Así, con el tiempo, iban desapareciendo camisetas y sin embargo la de los Smiths seguía ahí. La sacaba, la miraba, a lo mejor sonreía y la volvía a doblar para dejarla dentro. Hasta que un día decidí rajarla en cuatro trozos que anudaría sucesivamente en la cabeza de la mopa a modo de atrapapolvo.
Leyendo el blog supe que muchas de nuestras camisetas compartieron destino y apunté que el nuestro era como un cajón que quedaba vacío tras el paso final con el que abandonábamos un lugar adonde nunca regresaríamos siendo los mismos. Y nada más que eso.
Y claro, adivináis que la imagen de todas esas camisetas convertidas en trapos para el polvo me volvió a dejar sin palabras.
Pero sabed que no me preocupó nada no saber qué decir porque pensé en todos aquellos años en los que todas las palabras que venían a nosotros estaban en las canciones de los Smiths y me apetece cantar ahora:
Así, en el momento del crepúsculo del sábado tarde entonábamos Sácame de casa esta noche, quiero ver gente y luces, si entraba el Richard en el bar nos dábamos la vuelta y en nuestras cabezas sonaba simultáneamente Ya está otra vez aquí el bocazas. Dirigíamos nuestras miradas asesinas al Dj cuando ponía esas canciones con las que todo el mundo cabalgaba a los lomos de caballos inexistentes y amenazábamos con Colgar al Dj porque la música que ponía todo el tiempo no nos decía nada acerca de nuestras vidas.
Luego si veíamos a chigas guapas y nos enamorábamos de ellas repetíamos No te compartiré Algunos, los más expertos, nos advertían que Las chicas bonitas cavan tumbas. Nos daba igual, nos imaginábamos relatándoles nuestra intimidad con Si tienes dos segundos para mí, te contaré la historia de mi vida: Dieciséis años, torpe, tímido, esa es la historia de mi vida o soñábamos con que teníamos el valor suficiente para entregarles una tarjeta en la que rezaba Esta es la bomba que nos mantendrá juntos.
Llegaba la hora del desengaño y nos Vestíamos de negro porque así es como nos sentíamos por dentro y además teníamos Todo ha terminado y no se adonde más puedo ir, o Si no me crees ahora, ¿cuándo me creerás? O, ¿por qué no?, silbábamos Veía como sucedía esto en las vidas de los otros y ahora me está pasando a mí.
Podríamos seguir pero esto es una entrada de blog y no la puta Biblia. Id al concierto. Yo no voy a ir. El pasado queda lejos y ya se va haciendo tarde. Me quedaré una vez más murmurando las palabras que escuché tantas veces, las que salen en la canción de la ansiedad:
See I´ve already waited too long/ And all my hope is gone.
Nadie nos cantó como Mozzer. Nadie en aquel momento de nuestras vidas. Pero no nos engañemos. A él le cantaron otros como Keats o Wilde y a estos, otros. Y así. Porque siempre alguien esperó a alguien que no llegó nunca. En todas y cada una de las vidas.